La endometriosis es un problema muy común entre las mujeres fértiles y va en aumento. Heather McKen comparte su experiencia personal con la endometriosis y cómo, más allá de los tratamientos médicos, descubrió que había factores emocionales profundos implicados. Fue diagnosticada en el año 2000 tras meses de sangrado menstrual continuo, dolor abdominal y vómitos diarios. Pasó por varias cirugías y tratamientos hormonales, pero muchos síntomas permanecieron. Más adelante, enfrentó infertilidad y abortos espontáneos, hasta que un endocrinólogo reproductivo investigó a fondo su historia personal y le habló de la posible conexión entre traumas emocionales y la enfermedad.
Una historia personal: el diagnóstico que cambió mi vida
Hoy vamos a hablar de los impulsores emocionales detrás de la endometriosis, y este es otro tema personal para mí. Me diagnosticaron endometriosis en el año 2000, después de sufrir una gran variedad de síntomas.
Uno de los principales motivos que llevó al diagnóstico fue que había tenido sangrado menstrual durante unos nueve meses seguidos. No siempre era abundante, aunque en ocasiones parecía como las cataratas del Niágara. Además, tenía dolor abdominal y vomitaba casi todas las mañanas.
Tras varias visitas al médico, finalmente llegó el diagnóstico: endometriosis.
Un término desconocido
En aquel momento, nunca había oído hablar de esta condición. Me explicaron que había pequeños fragmentos pegajosos de tejido endometrial flotando por el cuerpo, que podían causar adherencias o tejido cicatricial donde se asentaran. Me dijeron que tenía adherencias en varios órganos.
Desde joven había tenido ciclos menstruales irregulares. Me recetaron anticonceptivos a edad temprana debido a otro tratamiento para la piel. Con el tiempo entendí que esa exposición temprana a hormonas sintéticas probablemente fue la verdadera causa de mis ciclos irregulares, aunque en ese momento ningún médico me lo mencionó como una posibilidad.
Opciones de tratamiento desalentadoras
Cuando hablamos de tratamientos, la primera opción que me ofrecieron fue quedarme embarazada, ya que el embarazo parecía aliviar los síntomas en la mayoría de los casos. Me impactó: era joven, soltera y apenas podía mantenerme, mucho menos tener un hijo. Ante mi sorpresa, la doctora me sugirió recurrir a un banco de esperma.
Las otras opciones incluían medicación hormonal, cirugía o incluso una histerectomía completa. Finalmente opté por una laparoscopia (me hicieron dos), tras lo cual me dijeron que estaría “como nueva”. Incluso me dieron un DVD con imágenes de la cirugía.
El sangrado menstrual se detuvo, pero muchos otros síntomas persistieron.
Más diagnósticos… y más preguntas
Poco después me diagnosticaron síndrome de fatiga crónica y, más adelante, celiaquía. Años después, ya casada, enfrenté problemas de infertilidad. Intentamos concebir de forma natural, vimos ginecólogos y sufrí varios abortos espontáneos sin saberlo.
En una ocasión me dieron un medicamento para inducir el sangrado, sin saber que estaba embarazada. Eso terminó en un aborto espontáneo. Solo entonces comprendí que eso ya me había pasado antes sin darme cuenta.
Un enfoque diferente
Finalmente acudimos a un endocrinólogo reproductivo que, por primera vez, se tomó el tiempo de escucharme a fondo. Le hablé sobre la endometriosis y, aunque al principio fue escéptico, mostró interés en ver el DVD de mis cirugías.
Tras revisarlo, me dijo que no vio casi señales de adherencias ni cicatrices. Para él, la endometriosis estaba sobrediagnosticada y sobretratada. En cambio, atribuyó mis problemas de fertilidad a un par de desequilibrios minerales y se interesó profundamente por mis traumas del pasado.
La sanación real
Solo comencé a sentir verdadero alivio cuando empecé a trabajar en mi pasado. Desde entonces, no he vuelto a tener síntomas de endometriosis ni problemas con mi ciclo. Funciona como un reloj y apenas experimento fluctuaciones hormonales.
Sé que muchas mujeres viven esta batalla de forma intensa. Aunque hoy se hable más del tema, no debemos olvidar que la endometriosis es una condición idiopática: no se conoce su causa.
En Mind Change creemos que el cuerpo no comete errores. Si manifiesta estos síntomas, probablemente hay una buena razón emocional detrás.
Las raíces emocionales más comunes de la endometriosis
1. Heridas no reconocidas de la infancia
Muchas personas con endometriosis arrastran dolor, duelo o traumas de la infancia que no fueron validados. Algunas tuvieron una relación complicada con su madre, o fueron testigos de abusos hacia ella, lo que generó una profunda sensación de impotencia.
2. Miedo subconsciente a repetir traumas
Existe un temor subconsciente a transmitir el dolor vivido a las generaciones futuras. El cuerpo, en respuesta, entra en alerta y puede bloquear la fertilidad.
3. Rechazo inconsciente de la feminidad
Al haber vivido que ser mujer es luchar constantemente, muchas rechazan su identidad femenina. Ese conflicto interno genera una respuesta física en el cuerpo.
4. Falta de amor propio y necesidad de sobrevivir
La supervivencia emocional ocupa tanto espacio que no queda energía para aprender a cuidarse y nutrirse emocionalmente. Se convierte en un patrón que perpetúa el dolor.
5. Abuso sexual (propio o ancestral)
Ya sea personal o heredado, el abuso sexual no procesado puede quedar grabado en el cuerpo, manifestándose como enfermedad.
6. Rol de cuidadora desde la infancia
Muchas mujeres con endometriosis tuvieron que cuidar a sus padres u otros familiares desde pequeñas. Ese rol sacrificial se convierte en un mecanismo de defensa que se perpetúa en la adultez.
¿Y si escuchamos antes de que el cuerpo grite?
En mi caso, la clave fue reprogramar mis patrones neuronales, sanar el pasado y crear seguridad interna. Creo que una de las razones por las que la endometriosis a veces desaparece tras el embarazo es que se rompe la resistencia profunda a tener hijos, y el cuerpo ya no necesita enviar ese mensaje.
Conclusión: sanar desde lo profundo es posible
Si hacemos las paces con nuestro pasado —no solo a nivel consciente, sino también subconsciente— podremos vivir con más presencia, salud y libertad, y así tener algo mejor que ofrecer a nuestros hijos… o a quienes vengan después.
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Si te has visto reflejado en alguno de estos patrones emocionales, el primer paso hacia la sanación profunda es tomar consciencia de cómo tu mente ha estado programada desde la infancia.
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Este contenido ha sido extraído y adaptado del episodio del podcast The Mind Change Podcast de Heather McKean. Puedes ver el episodio completo original en inglés y activar los subtítulos en español en YouTube aquí:
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