Todo el mundo está mirando a Tafti. Todo el mundo lee Tafti. Todo el mundo habla de Tafti. Algunos gritan: «¡Odiamos a Tafti!» Otros gritan:
«¡Queremos a Tafti!» ¿Quién es ella, la sacerdotisa Itfat, cuyo segundo nombre es Tafti? Este no es un personaje ficticio. Realmente existió,
y en cierto sentido todavía existe hoy. El libro cuenta las asombrosas aventuras de la sacerdotisa y sus amigos en la metarealidad.

Pero esto no es del todo fantasía. O no es fantasía en absoluto. Si no quiere, no crea, pero si quiere, verifique. No puedes llevar contigo a tu vida ni la
varita mágica, ni los superpoderes de personajes fantásticos. Pero las técnicas de Tafti: puedes. Mucha gente ya lo ha comprobado.

Estuvo caminando sin rumbo durante mucho tiempo a través de los canales del laberinto, tropezando de vez en cuando con «maniquíes», hasta que finalmente llegó a una pequeña plaza. Allí se abrió ante ella una visión, de la cual un escalofrío recorrió la espalda de Itfat. En medio de la plaza, una figura colgaba en el aire, cubierta con un vestido azul oscuro, igual que el de ella. Itfat notó que, en todo el entorno gris, solo ellas dos tenían color.

La figura colgaba en una pose poco natural: los pies descalzos tendidos hacia atrás y de lado, los brazos en alto, la cabeza inclinada hacia atrás, el pelo negro en abanico. La sacerdotisa, conteniendo la respiración, se acercó por detrás de la figura, caminó alrededor y la miró a la cara. Lo que vio la hizo temblar fuertemente. Era ella misma.

Con un grito salvaje, Itfat salió corriendo. El eco de gran volumen se amplificó y repitió su grito muchas veces. Probablemente en su vida nunca había gritado tanto y nunca había experimentado tanto miedo bestial como ahora. Aunque, posiblemente, encontrarse con su maniquí no fue mucho más terrible que todo lo que ya había visto aquí. Pero tal espectáculo le pareció a la sacerdotisa demasiado infernal.